
Despelote: El fútbol te cambia la vida
El fútbol es pasión de multitudes, por lo sorprendente, sorpresivo e inspirador que puede ser. De esta forma Julián Cordero y Sebastián Valbuena tomaron la inspiración en la clasificación ecuatoriana al Mundial 2002, nos traen este título sobre fútbol y el pueblo ecuatoriano.
LATINOAMERICA
La pelotita, siempre la pelotita…
El fútbol es una pasión que mueve multitudes, sobre todo en Latinoamérica. Un partido puede modificar el humor del hincha por día, incluso meses. Tiene tanto poder que un partido o torneo puede marcar toda nuestra infancia.
Seguramente varios de los que son +30 en Argentina, como quien escribe, han sido marcados por los Mundiales del ‘94, ‘98 o por el triste 2002. Aunque parezca una exageración, creo que esos momentos moldean nuestra personalidad.
Y nosotros hablamos de Mundiales, ya que por suerte es una cita que damos por hecho cada 4 años (más ahora con el adefesio próximo del Mundial de 48 equipos que se viene). Sin embargo, hay otros países que su lucha era conseguir una de esas codiciadas 4 plazas y media que te permitían disfrutar del máximo evento deportivo del mundo que solamente se repite cada 4 años.
Y esto mismo es lo que tratan de transmitir Julián Cordero y Sebastián Valbuena con su juego Despelote.


Este título es el primero de esta dupla de desarrolladores ecuatorianos, en el cual relatan de forma semi-autobiográfica la infancia de Julián en las calles de Quito en 2001, durante los meses en los que Ecuador se jugaba los últimos partidos de la clasificatoria al Mundial 2002, y la posibilidad de su primera participación.
A partir de una historia narrativa, y con una pelota al pie, vamos recorriendo las calles y plazas de la capital ecuatoriana, desde la perspectiva de Julián, y viendo como el ambiente y la gente va cambiando a medida de que el sueño de todo un pueblo se acerca a convertirse en realidad.
Así recorre los parques y calles de su barrio, haciendo travesuras, jugando con sus amigos o quedándose embobado frente a cuánta tele nos crucemos mirando los partidos de Ecuador, o por lo menos eso hice yo.


Despelote básicamente es un walking simulator. Para quienes no conozcan el género, son juegos que se basan casi en un 100% en la narrativa. A medida que recorremos el escenario dado, en este caso las calles de Quito, irá transcurriendo la historia al interactuar con algo, si hablamos con alguien en particular, o si pasamos por algún lado determinado. No hay muchas más mecánicas que esa, más allá de circunstanciales y pequeños mini-juegos, para ver algo u obtener un trofeo.
Como particularidad en Despelote tiene cierta libertad en cómo progresar. Ya que está más determinado por el paso del tiempo que por las acciones que realizamos. En una primera pasada, los momentos en que me daban libertad para manejar a Julián, y estaba jugando Ecuador, me quedaba en frente del primer televisor que encontrase. Por que eso es lo que yo hubiese hecho si hubiese sido él de chico. Siendo un enfermo del fútbol, y sobre todo cuando juega La Selección, yo no me hubiese perdido ni un segundo de ese momento histórico para la Selección Ecuatoriana. Pero por otro lado, en otra partida nueva que jugué me dediqué a hacer otras cosas que no hice en un principio. O mismo hay algunas cosas que se ven en el trailer, que no lo he hecho en ninguna de las 2 veces. Y me parece una buena decisión, ya que al darnos esta libertad nos sumerge más en este “mundo”.
Además, algo que le sienta muy bien para esta inmersión es el voice-acting. Me atrevería a aventurar que la mayoría de ellos son familiares o vecinos reales de los desarrolladores. Ya que todos hablan con una familiaridad, como si fuese una charla que tendrían cualquier otro día. Hay por momentos que se notan cierta dubitación, como si estuviesen pensando qué decir después, o momentos en lo que se pisan entre ellos. Pero eso le da cierta verosimilitud que me agrada.
Lo que sí atenta esta inmersión es que el juego no siempre está preparado para que vos tomes esas libertades que mencionaba en el párrafo anterior. En la primera pasada, en la que me dediqué a ver los partidos, varias veces la madre de Julián me retaba por que estaba dándoles problemas y portándome mal, cuando lo único que hice durante un buen rato fue quedarme parado frente la tele viendo el partido contra Bolivia.
Aunque, nobleza obliga, hay un momento en el que nos dejan en una plaza para esperar a la vuelta de nuestra cuidadora, que tiene que hacer unos mandados. Y las 2 veces que lo jugué tomé decisiones diferentes. Mientras que en la primera me quede viendo el partido de Argentina-Ecuador y llegué tarde, lo que hizo que me retasen, en la segunda, si bien me fui a dar vueltas por ahí, llegue antes de que me pasasen a buscar y me felicitaron por haber sido un buen niño y esperará en la plaza sin moverme de allí.
Otro mínimo detalle a considerar, siendo que estamos bastante tiempo con la pelota en nuestros pies, que no es del todo cómodo de controlar. Aunque no hace que la experiencia se vea afectada realmente.


Sin embargo, el problema más grave es que la historia tampoco es algo realmente a resaltar. Si bien cuenta con ciertos giros y detalles que nos invitan a conocer la situación ecuatoriana del momento (la cual me sorprendió en saber que no distaba mucho a la que vivíamos nosotros también por la época). O algunos detalles de la vida de nuestro protagonista unos años más tarde, cuando se fue a entrenar a uno de los clubes de fútbol de Quito. O la relación con sus padres. No se ahonda en ninguna de estas subtramas que el juego mismo abre, y termina siendo una historia plana, de como Ecuador clasifica al Mundial, y poco más.
En cuanto al apartado artístico es tal vez el aspecto que más se destaque. Con escenarios realista, pero que están pasado por un filtro granular y una paleta de colores reducida a tan solo 2 colores, que van variando según el capítulo. De momentos es rosado y morado, como se ve en su portada, y en otros es verde y amarillo. Esto, junto al contraste de estilo que tiene con el dibujo de los NPC u objetos interactuables, han sido de los elementos que más me han agradado.


Para cerrar voy a hacer un sincericidio. Soy un nabo que se emociona con cualquier historia de fútbol, y más aún si es desde la perspectiva del hincha.
Podrá ser un deporte de 22 tipos corriendo detrás de una pelotita, pero eso es para quien no aprecia lo grandioso del fútbol. Tiene la asombrosa capacidad de aunar a un pueblo, que puede estar pasando una situación jodida, o la de hermanar a personas que no han mediado nunca una palabra, bajo un abrazo de gol.
Y despelote logra retratar en parte eso, aunque también falla en dar ese salto que lo haga destacar y culminar con broche de oro sobre la histórica epopeya que logró su selección, para llegar a Japón-Corea 2002.
De haber logrado combinar esa época detrás de la clasificación 2001 con historias mínimas de los vecinos o de la familia hubieran dado una vuelta de tuerca para ser algo realmente increíble. Y eso que esos “pequeños conflictos” los tiene y trata de plasmarlos, pero quedan ahí, en una anécdota de ese 7 de noviembre del 2001. Fecha que quedó grabada a fuego en la memoria de Julián, y el resto del pueblo ecuatoriano.